miércoles, 25 de abril de 2007

Textos para el debate: "La Educación al servicio de la Empresa"

Ahora lo que se pretende son cosas tales como que el estudiante aprenda a aprender y que el profesor le enseñe a aprender mediante la tutela y el apoyo didáctico, para lo cual el profesor necesita de un reciclaje en el que ha de aprender a enseñar, naturalmente mediante el tutelaje del (psico)pedagogo en su tarea moderna de enseñar (al profesor) a enseñar a aprender (al alumno por sí solo).

Y semejante huida hacia adelante deberá afectar a la figura del profesor procediendo a desfigurarla y (literalmente) a volatilizarla en todo cuanto sea posible. Lo primero que debe ser disuelto, a efectos de proseguir el discurso y la intervención (psico)pedagógica, sea la clase magistral, pues ésta constituye el ejemplar mismo por antonomasia del ejercicio de toda enseñanza real y posible.

Y es semejante desfiguración la que viene a ser ideológicamente avalada mediante la idea del profesor como consejero, motivador, orientador (o aun compañero o colega). De este modo se supone que el profesor deberá, dispensado de su añeja tarea de enseñar conocimientos efectivos, orientar su acción no sólo a la adquisición por parte del estudiante de aquellas destrezas, competencias y habilidades, sino, y junto con esto, al fomento de cosas tales como la estabilidad emocional o las habilidades interpersonales de los estudiantes.

No hay mayor aprendizaje genuinamente estimativo que el que puede recibir un estudiante o aprendiz de un verdadero maestro.

El discurso (psico)pedagógico creerá posible, y suficiente, reemplazar la enseñanza y el aprendizaje tradicional por el denominado acceso a la información en Internet(y otros muchos lugares accesible). Y sólo en semejante contexto puede tener lugar a su vez esa inflación incontrolable de la apelación al uso de los “medios tecnológicamente avanzados” (informáticos, audiovisuales, etc.) en la enseñanza de cada una de las disciplinas. De suerte que, justo en la medida en que dicha enseñanza se evapora, comenzará entonces a verse indiscriminadamente reemplazado por la superposición descontrolada de estos medios.

Ahora bien, aquí debe advertirse que el nuevo proceso socioeconómico no implica ya sólo, convertir la universidad en una empresa o negocio del sector servicios (ellos mismos empresariales), de lo que ahora se trata es de generar mano de obra profesional adaptable a un mercado de trabajo y consumo que se prevé como intrínsecamente caótico o aleatorio.

Con la titulación de grado se acortará el período de formación de los estudiantes con el objetivo de su integración rápida en el mercado de trabajo. Las competencias generales que suministrará este título permitirán a los estudiantes adaptarse y reciclarse permanentemente a la esquizofrenia de las demandas productivas mediante el aprendizaje a lo largo de toda la vida.

La reforma supondrá la construcción de un gran canal de formación profesional orientado a futuros trabajos precarios, fragmentarios y descualificados, esto es, introducir los más rápido posible a los estudiantes en el ejército de reserva de trabajadores precarios.

Esta es la razón del énfasis en las competencias, habilidades y destrezas por encima de los conocimientos. Estas competencias, acordes a estos trabajos precarios, son la alfabetización digital, la capacidad de aprender, las competencias sociales, el espíritu de empresa y el aprendizaje de idiomas.

Estas competencias son importantes porque coinciden con la urgente necesidad de fuerza de trabajo flexible y adaptable a las necesidades cambiantes del mercado de trabajo. Por ello se pone el énfasis en las competencias y no en los conocimientos sustantivos. Por ello las competencias se entienden como un fin en sí mismo y no como parte de una metodología; presentando la adquisición de competencias y habilidades en detrimento de los saberes.

Alertamos que la introducción del grado supone una rebaja en conocimientos y la descualificación generalizada. Persigue la asunción por parte de los estudiantes, futuros trabajadores, de su condición de futuros asalariados mayoritariamente en una situación de precariedad laboral.

El posgrados supone en la práctica que el grado, adecuado a las necesidades del mercado laboral, será el último peldaño para la mayoría de los estudiantes, produciéndose de facto una elitización del posgrado. El principal filtro para entrar en los posgrados será la barrera económica para las rentas más bajas.

El aumento de las tasas en los posgrados, sumado a la imposibilidad de compaginar estudios y trabajo debido al incremento de los niveles de trabajo-estudio del alumno, que se prevé con la implementación de los ECTS en cuarenta horas de trabajo-estudio semanales, imposibilita compaginar la vida laboral con el estudio, suponiendo de facto una elitización de los estudios de posgrado.


Proponemos:

-1. Protección oficial contractual contra el tipo de medidas administrativas que se están adoptando:

a. Regulación de la ubicación en red de todos los cursos (ciencias, humanidades...) que se imparten.

b. Reglamento para uso obligatorio de las nuevas tecnologías.

2. Investigación independiente (realizada por profesores y estudiantes) de las implicaciones comerciales, éticas y pedagógicas de la tecnología de la ciber-educación.

3. ¿Habría que incluir en la guía del estudiante una advertencia sobre los riesgos de las nuevas tecnologías?

4. Moratoria en la aplicación de la “evaluación de la calidad” hasta que las universidades se doten de criterios intra-universitarios de calidad (la adaptación de los estudiantes al mercado de trabajo es la única finalidad de la formación universitaria).

5. Paro académico para debatir sobre el “proceso de Bolonia” e intercambiar opiniones entre estamentos (¿O cada estamento?)

6. Referendum vinculante sobre la aplicación de EEES y los proyectos pilotos, donde el sistema de votos sea el mismo para todos los estamentos (Funcionarios, contratados, alumnos, becarios, PAS, etc.).

7. Mantenimiento todo el año de un foro en la Web de la UCA y liberalización del TAVIRA para el debate sobre el EEES.

8. Reformar las instituciones para que sean más participativas.


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